El Negociador(c.1) by Frederick Forsyth

El Negociador(c.1) by Frederick Forsyth

Author:Frederick Forsyth
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-03-05T00:00:00+00:00


CAPITULO X

Quinn había arrojado la cartera a la parte de atrás del Golf descubierto treinta segundos antes de doblar la esquina de la calle donde estaba el bloque de apartamentos. Cuando la había abierto, tras recibirla de Lou Collins antes del amanecer, no había visto ningún aparato de transmisión; pero no esperaba verlo. Fuese quien fuese la persona que había preparado la cartera en el laboratorio, habría sido lo bastante lista para no dejar huellas visibles de la implantación. Quinn había apostado a que habría algo allí que indicaría a la Policía la dirección del lugar de su cita con Zack.

Mientras aguardaba ante un semáforo, abrió las cerraduras, guardó el paquete de diamantes debajo de su cerrada chaqueta de cuero y miró alrededor. El Golf estaba parado junto a él. Su conductor, con los oídos tapados por el gorro de piel, no se había dado cuenta de nada.

Antes de recorrer un kilómetro, Quinn abandonó la moto. A1 no llevar el casco obligatorio, era probable que llamase la atención a algún policía. Delante del Brompton Oratory, detuvo un taxi, dijo al chófer que se dirigiese a Marylebone y se apeó en George Street, terminando el trayecto a pie.

Llevaba en los bolsillos todo lo que había podido sacar del apartamento sin llamar la atención: su pasaporte estadounidense y su permiso de conducir (aunque éstos pronto serían inútiles, cuando se diese la voz de alerta), un fajo de billetes británicos tomado del bolso de Sam, su navaja de hojas múltiples y unos alicates de la caja de herramientas. En una farmacia de Marylebone High Street compró unas gafas de cristal neutro y, en una tienda de artículos para caballero, un sombrero de tweed y una Burberry.

Hizo otras compras en una repostería, en una quincallería y en una tienda de artículos de viaje. Miró su reloj; habían transcurrido cincuenta y cinco minutos desde que colgó el teléfono en la frutería de Mr. Patel. Entró en Blandford Street y encontró una cabina telefónica que buscaba en la esquina de Chiltern Street. Había dos y ocupó la segunda, cuyo número se había aprendido de memoria tres semanas antes y acababa de dictar a Zack hacía una hora. El timbre sonó en el momento exacto.

—Bueno, bastardo, ¿qué diablos se propone ahora?

Zack estaba receloso e irritado.

Quinn le explicó en unas cuantas frases breves lo que había hecho. Zack le escuchó en silencio.

—¿Dice la verdad? —preguntó— Porque si no, ese muchacho puede todavía pagarlo con la vida.

—Mire, Zack, francamente me importa un bledo que le capturen a usted o no. Sólo una cosa me preocupa: devolver el muchacho a su familia, sano y salvo. Y tengo debajo de mi chaqueta diamantes por valor de dos millones de dólares, que me imagino le interesan. He despistado a los sabuesos porque no paraban de entrometerse, pasándose de listos. Por consiguiente, ¿quiere o no quiere hacer el intercambio?

—Se ha agotado el tiempo —dijo Zack— me voy.

—Le hablo desde una cabina de Marylebone —dijo Quinn—; pero está en su derecho al no confiar en mí.



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